martes, 21 de abril de 2015

En todo caso, puede decirse que a mí me ha pasado lo mismo. He tenido que cantarme una serenata a mí misma, en la calle donde vivo, bajo la ventana de mi habitación, para convencerme de que acepto mi nueva relación. Ese ha sido el motivo de mi esfuerzo. Lo siento si parece que, al final de mi relato, estoy agarrándome a un clavo ardiendo para alcanzar alguna conclusión razonable. Es algo que necesito y no me queda más remedio que buscarlo. Desde luego he necesitado los tranquilizadores libros sobre el compromiso, de mi escritora favorita Elizabeth Gilbert. Quizá sus teorías no le sirvan a todo el mundo, no todos la necesitan de la misma forma que yo. De paso estoy he decidido darme la oportunidad en la larga y curiosísima historia del amor. Y es ahí, recordando a todas las parejas tercas de la historia, que también han aguantado este tipo de cosas absurdas y entremetimientos irritantes para lograr lo que querían realmente: un lugar privado donde aprender del amor. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario