Si alguien me preguntará cuál fue el mejor año de mi vida junto a Diego, probablemente respondería: -el año del que menos me acuerdo. Lo que yo más amaba era un día de tranquilidad, esas interminables horas llenas de todos los capítulos existentes de Dragon Ball, las tardes donde tomábamos café, las noches donde lo arropaba, las pequeñas cosas que teníamos en común, las cosas cotidianas, son las que me rompen el corazón más que el drama de la muerte. Al morir una persona amada, los detalles que más duele perder son los más pequeños, los más ordinarios que uno pueda imaginar. Esto es porque las cosas que nos son más familiares, se quedan grabadas en lo más profundo de nuestro ser.
Al llegar a casa días después de la muerte de mi hermano y encontrar su cuarto totalmente vació supuse que seria demasiado para poder soportarlo. Sin embargo, en los días que siguieron al fallecimiento de Diego, comencé a darme cuenta que si podía soportarlo. Algunas semanas después regresar a casa y pasar por su cuarto no me rompían el corazón.
Pero entonces, un día, mientras volvía a casa algo ocurrió. Al entrar a casa la tv estaba encendida, frente a ella estaba el sofá en donde siempre veía sentado a mi hermano cuando yo regresaba todos los días de la universidad. Era la primera vez que veía el sofá desde que regresaba de estudiar. En ese momento me di cuenta de todos esos años que había llegado a casa, cada vez que entraba espera ver a mi hermano sentado en el viejo sofá, al que podía escuchar saludarme mientras me disponía a ver alguna caricatura con él. Al entrar a casa aquel día, comprendí que realmente eso si era insoportable. Llegar a casa y encontrarme con su cuarto vacío era tolerable, pero entrar a casa, y ver el viejo sofá y la tv encendida era demasiado para soportarlo.
La vida es detalles y el duelo nos los arrebata.
Pero entonces, un día, mientras volvía a casa algo ocurrió. Al entrar a casa la tv estaba encendida, frente a ella estaba el sofá en donde siempre veía sentado a mi hermano cuando yo regresaba todos los días de la universidad. Era la primera vez que veía el sofá desde que regresaba de estudiar. En ese momento me di cuenta de todos esos años que había llegado a casa, cada vez que entraba espera ver a mi hermano sentado en el viejo sofá, al que podía escuchar saludarme mientras me disponía a ver alguna caricatura con él. Al entrar a casa aquel día, comprendí que realmente eso si era insoportable. Llegar a casa y encontrarme con su cuarto vacío era tolerable, pero entrar a casa, y ver el viejo sofá y la tv encendida era demasiado para soportarlo.
La vida es detalles y el duelo nos los arrebata.
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