Al cabo
de dos malos e interminables meses la Depresión y Soledad me acechan. Tras una
tarde completa tirada en el piso de mi cuarto dormida o simplemente mirando el
techo me da por pensar y ponerme melancólica y es entonces cuando me acechan. Primero
noto una presencia amenazadora, como la de dos detectives y después me van
rodeando la Depresión a la izquierda, la Soledad a la derecha. No hace falta
que se identifiquen. Llevamos años jugando al perro y al gato. -Les digo: ¿Qué es
lo que hacen aquí? Depresión que va de chica más lista, me dice: ¿Es que no te
alegra vernos? -Lárgate le pido. Soledad que siempre hace de poli bueno, me replica: Lo siento
señorita, pero puede que la sigamos durante varios días. –Pues prefiero que no,
le contesto. Entonces Depresión me cachetea. Y me saca de los bolsillos todo lo
que pueda producirme algo parecido a la alegría. Mientras Soledad procede a
interrogarme. Me pregunta si tengo algún motivo verdadero para estar contenta.
Me pregunta por qué estoy sola esta tarde, otra
tarde más. Me pregunta (aunque esto lo hemos hecho cientos de veces) por
qué soy incapaz de mantener una relación, por qué las termino destrozando. Me
pregunta dónde estaba la noche en que permití quebrantaran mi fe en mi misma y
porque las cosas se han torcido tanto desde entonces. Me pregunta por qué soy
incapaz de controlarme y porque no tengo una bonita pareja como debería tener
una universitaria entrada a la veintena. Entrada la noche aun no he podido sacármelas
de encima, Depresión me agarra del hombro con firmeza y Soledad sigue dándome lata
con el interrogatorio. No me queda de otra que saltarme la cena. Procuro que
tampoco me sigan al ir a la cama. – No tienen derecho a estar aquí le digo a
Depresión. Ya he saldado mi deuda con ustedes. Cumplí mi condena meses atrás. Pero
Depre me dedica esa tenebrosa sonrisa suya, se instala en mi silla, pone los
pies encima de mi ordenador y enciende un cigarrillo, llenándome la casa de
humo apestoso. Sin quitarme el ojo de encima Soledad suspira y se mete en mi
cama vestida, con zapatos y todo, tapándose hasta el cuello. Voy a tener que
compartir la cama con ella una vez más, lo sé.
Me encanta, es muy profundo :)
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