miércoles, 6 de marzo de 2013


Creía que ya había tocado fondo, pero en aquel momento (en consonancia con el aparente desplome del mundo) mi vida se hizo trizas. Se me cae la cara de vergüenza al recordar el calvario al que sometí a mi prima Karina durante esos meses. Imaginaba la sorpresa que se llevó al descubrir que la mujer más ecuánime que había conocido era en realidad –al quedarse sola- un turbio pozo sin fondo de sufrimiento. Igual que me había pasado antes, no podía parar de lamentarme… Pero aquí estoy otra vez de pie y esta vez con ayuda profesional! El último y único recurso al que no había recurrido jamás, después de luchar por salir del fondo, fue el psicoterapeuta. Si me permiten dar mi opinión sobre este asunto, creo que es lo último que hay que probar. En la historia de mi familia soy la segunda mujer que acude a uno (después de mi madre) que se planta a mitad de su vida y dice: No puedo dar un paso más, alguien tiene que ayudarme. En cualquier caso las mujeres de mi familia no suelen detener sus vidas aunque la pasen mal, nadie las habría ayudado, porque nadie las podría ayudar. Pero a ellas no se les vino el mundo abajo trescientas veces al día, no intento restarle importancia a su dolor. Pero está claro que mamá y yo llevamos mucho tiempo con nuestro mundo apique. El caso es que yo me quede hecha un nudo mientras mamá hacía llamadas para dar con un psicoterapeuta. Oí lo que mamá le contaba a una de sus amigas y la oí decir: me temo que mi hija un día se parezca a su madre (Yo también me temía eso) es mejor que reciba ayuda, ahora que puedo evitarlo. Cuando fui con Ricardo mi gordo y calvo psicoterapeuta, me pregunto por qué había tardado tanto en pedir ayuda, como si no llevara una eternidad intentando ayudarme yo sola. Le hable de que mi madre ignoraba por lo que yo pasaba desde hace dos años, y le enumeré todas las maneras en las que intente desesperadamente salvarme. Si tuviera un problema de riñón, no dudaría en pedir ayuda profesional, pero con esto soy muy vacilante, porque en mi familia cualquier problema así se valora como un síntoma evidente de fracaso personal, ético y moral. Me fue programado una cita con Ricardo una vez por semana, rápidamente me ha ayudado mucho, fue como si en el cerebro se me abriese un agujero por el que me entraba la luz del sol. Además, por fin conseguí dormir, y eso si que es una bendición, porque si no duermes, no hay manera de salir de la zanja. Sin embargo, las citas con el psicoterapeuta no me convencen del todo, aunque me ha ayudado mucho. Lo cierto es que Ricardo me dijo que después de terminar con él, quizá tenga que seguir viéndolo varias veces a lo largo de mi vida debido a mi tendencia a la melancolía. Espero que se haya equivocado, hare cuanto esté en mi mano para demostrar que se equivoca, y eso sí, luchare contra esta tendencia melancólica con todas las armas que tenga a mi alcance. Que eso me convierta en una cabezota derrotista o una cabezota con instinto de supervivencia… eso está por ver. Pero aquí estamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario