viernes, 13 de septiembre de 2013

Esta semana me ha parecido eterna y sombría. Hubo un día donde me encontraba totalmente desorientada, sola, sentada en una vieja banca esperando clases, cuando me llevo las manos a la cara por un buen rato y cuando al fin levanto la vista, veo que una de las mujeres que trabaja en la U ha dejado de limpiar y está apoyada en un mostrador mirándome,  entonces la miro, sacudo la cabeza y Dios no se qué mirada le lanzo que ella asiente amablemente y parece como si me entendiera. Luego suena mi teléfono. Era Kary mi prima y compañera de clases, esta asombrada. Dice que lleva más de media hora esperándome. Está preocupada, porque suele ser ella quien llega tarde o no entra a clase. Estaba bastante segura de que… pero ¿No tocamos juntas? A la que se le había olvidado era a mí. No estaba de humor para ver a nadie, pero no pude explicárselo, asique dice que viene por mí, unos minutos después la veo, parece que me veía tan mal que llega y me abraza, me pregunta que tengo, abro la boca para contestarle y me pongo llorar. Perdón quiero decir que me puse aullar. Me refiero a ese llanto tremendo entrecortado con doble bufido, que es cuando inhalas dos boqueadas histéricas de oxigeno con cada sollozo. ¡Pobre Kary! Me vuelve a preguntar qué me pasa,  y solo pude sacudir la cabeza y seguir gimoteando. Estaba muy avergonzada y lo siento mucho por ella, sentada en la entrada de la universidad con su prima llorona. Por fin consigo explicarle que mi tristeza es por alguien y tragando aire me disculpo por el número que estoy montando. Entonces se hace cargo de la situación, no te disculpes por llorar es mejor sacarlo me dice, dándome unos klínex que lleva en su cartera y añade, vamos a un mejor lugar. Tiene razón la entrada de la universidad es un sitio demasiado público para un ataque de nervios. Asique me lleva a otro lugar, y espera a ver si se me pasa. Lo único que podía hacer era restregarme los ojos para ver si lograba detener las lágrimas. Ella y yo casi nunca hablamos de temas personales, pero mi lloradera forzó un nuevo nivel de conversación. Ojala no hubiera sido en estas circunstancias. Lo siento pero no te entiendo me dice, alguien te ha hecho algo? Yo aun no sabía que decir. Entonces ella sonríe y me dice para animarme: Habla como comes, sabe que es una de las expresiones italianas que más me gustan. Asique trago aire y le doy una versión muy resumida (pero completa, eso sí) de mi situación: es una historia con alguien Kary. Entonces vuelvo a cubrirme los ojos con las manos y las lágrimas se me escapan entre los dedos. Bendita mi prima que no intentó consolarme poniéndome un brazo en los hombros ni demostrando la menor incomodidad ante mi explosión de tristeza. En lugar de eso soporta mis lágrimas hasta que me tranquilizo.  Luego se dirige a mí con un gesto muy comprensivo eligiendo cada palabra cuidadosamente (como profesora suya que soy, y experta en este arte, que orgullosa estuve esa mañana) y me dice, hablando despacio, pronunciando claramente con cariño: 

-Vamos por un buen espresso doble y comamos donut holes.

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