Era como si me
hubieran dado un puñetazo que me hubiera cortado la respiración o quitado una
parte vital del cuerpo. Pero sobre todo me
sentía atrapada. No dejaba de pensar ¡Me
quiero ir! Estaba a punto de salir corriendo sin importar lo que los demás
pensaran, sin ni siquiera preocuparme por salir con las manos vacías. Solo
quería correr y escapar. Había experimentado por primera vez esas enormes
fuerzas por dejarlo todo. Me
encontraba lidiando una vez más con las tontas de depresión y soledad… Y el
viejo ritual del cuarto de baño dio comienzo.… <Toda una bandada de sentimientos
insanos dirigiéndose hacia mí, llevándome entre sus afiladas alas hacia el
sombrío lugar donde el cuadro suicida no deja de rondar> Atrapada y sin la
más mínima voluntad de cambiar aquella patética escena, me dio por pensar en mi
pequeño Diego y solo pude ver esa expresión
suya de alivio y alegría que tiene al regresar a casa después de pasar un largo
y tedioso día en el hospital acompañado de Doctores, jeringas y de una madre nerviosa y preocupada. Y entonces
pensé; Marce allá afuera hay personas que
tienen problemas muy gordos y no tienen amigos o a una preocupada madre junto a
ellos, se encuentran solas, pero logran mantenerse firme. No solo porque
alguien les dice que todo estará bien, sino porque lo creen. Y no solo lo
creen, luchan y así consiguen salir a flote. Desafortunadamente no todos tenemos
la suerte de contar con un sistema de apoyo como familia y amigos <y muchos que si lo tenemos, nos olvidamos de
ellos> Así que, los que nos aferramos a ellos en los momentos donde nos
estamos hundiendo, terminamos por encontrar nuestro anhelado salvavidas…
Y yo esa tarde decidí aferrarme a mi pequeño hermano.
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