jueves, 19 de septiembre de 2013

Era como si me hubieran dado un puñetazo que me hubiera cortado la respiración o quitado una parte vital del cuerpo. Pero sobre todo me sentía atrapada. No dejaba de pensar ¡Me quiero ir! Estaba a punto de salir corriendo sin importar lo que los demás pensaran, sin ni siquiera preocuparme por salir con las manos vacías. Solo quería correr y escapar. Había experimentado por primera vez esas enormes fuerzas por dejarlo todo. Me encontraba lidiando una vez más con las tontas de depresión y soledad… Y el viejo ritual del cuarto de baño dio comienzo.… <Toda una bandada de sentimientos insanos dirigiéndose hacia mí, llevándome entre sus afiladas alas hacia el sombrío lugar donde el cuadro suicida no deja de rondar> Atrapada y sin la más mínima voluntad de cambiar aquella patética escena, me dio por pensar en mi pequeño Diego y solo pude ver esa expresión suya de alivio y alegría que tiene al regresar a casa después de pasar un largo y tedioso día en el hospital acompañado de Doctores, jeringas y de una madre nerviosa y preocupada. Y entonces pensé; Marce allá afuera hay personas que tienen problemas muy gordos y no tienen amigos o a una preocupada madre junto a ellos, se encuentran solas, pero logran mantenerse firme. No solo porque alguien les dice que todo estará bien, sino porque lo creen. Y no solo lo creen, luchan y así consiguen salir a flote. Desafortunadamente no todos tenemos la suerte de contar con un sistema de apoyo como familia y amigos <y muchos que si lo tenemos, nos olvidamos de ellos> Así que, los que nos aferramos a ellos en los momentos donde nos estamos hundiendo, terminamos por encontrar nuestro anhelado salvavidas…
Y yo esa tarde decidí aferrarme a mi pequeño hermano. 

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