jueves, 9 de octubre de 2014

Sentada en el frió pasillo de Hematoncología esperando angustiosamente por una respuesta que nos trajera esperanza <de nuevo>. Escuchando las inimaginables palabras; Debe tomar una decisión y los desesperantes balbuceos; no hay otra opción? Con un nudo en la garganta y unas ganas de cortar mi larga cabellera y dársela a esa pequeña con la cabeza envuelta en una mascada roja, que mira como mi tambaleante hermano juega a pasar sus dedos sobre ella. Desearía, daría cualquier cosa, sí solo, pudiera reescribir la historia...
Aun encontrándome en aquella situación pude observar como en las peores y más dolorosas situaciones algunas personas no dejan de sonreír. Como el flacucho señor que se escapaba de su habitación para dar pequeños paseos y saludar a sus vecinos de 
habitación. Haciendo chiste sobre su condición; como me vea la doctora caminando me agarra del pelo y me mete de nuevo a la habitación, lo bueno es que no tengo pelo (lo ha perdido por la quimioterapia) dice con una sonrisa desdentada mientras sigue paseándose de un lado al otro.
Admiro y no tengo palabras para describir la voluntad de estas personas que pese a su delicada situación sacan fuerzas no solo para darse pequeños paseos por el hospital sino también... 
para sonreír. 

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