miércoles, 27 de marzo de 2013

Sufrimos cuando nos consideramos un simple individuo que se enfrenta en solitario a sus miedos, defectos y sentimientos. Creemos equivocadamente que nuestro pequeño y limitado ego constituye toda nuestra naturaleza. Nuestro único cometido en esta vida, escribió san Agustín, es procurar ver a Dios con los ojos de nuestro corazón. Esto es sencillo de entender, pero casi imposible de asimilar. De acuerdo, así que todos formamos parte de un gran todo. Muy bien. Entendido. Pero ahora veamos si somos capaces de vivir con esta idea. Intentando poner en práctica ese concepto las veinticuatros horas del día. No es tan fácil. Por eso cuando te encuentras en un aparente equilibrio no puedes pasar por alto intentar desentrañar el descontento humano y evitar atribuirle todo lo bueno o malo a Dios.

PD: tarde existencial con mi amigo americano doble. lo se esto no es lo mio.
¿Como se negocia después de haberlo ofrecido todo?

martes, 19 de marzo de 2013


Pasan los meses uno tras otro, & tu seguís ahí como si nada, todo te da lo mismo, la rutina monótona es parte de tu vida, & respiras así, sin sacrificios ni motivaciones. Ni siquiera intentas hacer algo diferente para salirte de lo mismo, como ponerle a tu café una cucharada más de azúcar o caminar en otra cuadra de regreso a casa. El insomnio se apodera de ti cada noche y sufres de memoria a corto plazo & como si fuera poco, el mal de amores es el drama diario en tu vida. Para variar, la ingenuidad & la inseguridad suelen jugarte una mala pasada, pero quizás todo sería distinto si te animaras a salirte de lo mismo, a entrar a la soga mientras giran la cuerda, a caminar despacio bajo la lluvia sin paraguas, a mirar una película que no estaba dentro de tus géneros preferidos, a hablarle aquella persona que quizás hasta lo está esperando hace mucho pero mientras tengas ese miedo, nunca lo sabrás. No digo que sea fácil, justo yo soy la primera en confesar que le temo a la palabra “cambios”, pero la lluvia no quema ni lastima, los tropiezos no son fracturas & el “no” siempre será una opción, pero si dice que “no”, & bueno… él se lo pierde.

miércoles, 6 de marzo de 2013


Creía que ya había tocado fondo, pero en aquel momento (en consonancia con el aparente desplome del mundo) mi vida se hizo trizas. Se me cae la cara de vergüenza al recordar el calvario al que sometí a mi prima Karina durante esos meses. Imaginaba la sorpresa que se llevó al descubrir que la mujer más ecuánime que había conocido era en realidad –al quedarse sola- un turbio pozo sin fondo de sufrimiento. Igual que me había pasado antes, no podía parar de lamentarme… Pero aquí estoy otra vez de pie y esta vez con ayuda profesional! El último y único recurso al que no había recurrido jamás, después de luchar por salir del fondo, fue el psicoterapeuta. Si me permiten dar mi opinión sobre este asunto, creo que es lo último que hay que probar. En la historia de mi familia soy la segunda mujer que acude a uno (después de mi madre) que se planta a mitad de su vida y dice: No puedo dar un paso más, alguien tiene que ayudarme. En cualquier caso las mujeres de mi familia no suelen detener sus vidas aunque la pasen mal, nadie las habría ayudado, porque nadie las podría ayudar. Pero a ellas no se les vino el mundo abajo trescientas veces al día, no intento restarle importancia a su dolor. Pero está claro que mamá y yo llevamos mucho tiempo con nuestro mundo apique. El caso es que yo me quede hecha un nudo mientras mamá hacía llamadas para dar con un psicoterapeuta. Oí lo que mamá le contaba a una de sus amigas y la oí decir: me temo que mi hija un día se parezca a su madre (Yo también me temía eso) es mejor que reciba ayuda, ahora que puedo evitarlo. Cuando fui con Ricardo mi gordo y calvo psicoterapeuta, me pregunto por qué había tardado tanto en pedir ayuda, como si no llevara una eternidad intentando ayudarme yo sola. Le hable de que mi madre ignoraba por lo que yo pasaba desde hace dos años, y le enumeré todas las maneras en las que intente desesperadamente salvarme. Si tuviera un problema de riñón, no dudaría en pedir ayuda profesional, pero con esto soy muy vacilante, porque en mi familia cualquier problema así se valora como un síntoma evidente de fracaso personal, ético y moral. Me fue programado una cita con Ricardo una vez por semana, rápidamente me ha ayudado mucho, fue como si en el cerebro se me abriese un agujero por el que me entraba la luz del sol. Además, por fin conseguí dormir, y eso si que es una bendición, porque si no duermes, no hay manera de salir de la zanja. Sin embargo, las citas con el psicoterapeuta no me convencen del todo, aunque me ha ayudado mucho. Lo cierto es que Ricardo me dijo que después de terminar con él, quizá tenga que seguir viéndolo varias veces a lo largo de mi vida debido a mi tendencia a la melancolía. Espero que se haya equivocado, hare cuanto esté en mi mano para demostrar que se equivoca, y eso sí, luchare contra esta tendencia melancólica con todas las armas que tenga a mi alcance. Que eso me convierta en una cabezota derrotista o una cabezota con instinto de supervivencia… eso está por ver. Pero aquí estamos.

viernes, 1 de marzo de 2013

Las tontas de Depresión y Soledad


Al cabo de dos malos e interminables meses la Depresión y Soledad me acechan. Tras una tarde completa tirada en el piso de mi cuarto dormida o simplemente mirando el techo me da por pensar y ponerme melancólica y es entonces cuando me acechan. Primero noto una presencia amenazadora, como la de dos detectives y después me van rodeando la Depresión a la izquierda, la Soledad a la derecha. No hace falta que se identifiquen. Llevamos años jugando al perro y al gato. -Les digo: ¿Qué es lo que hacen aquí? Depresión que va de chica más lista, me dice: ¿Es que no te alegra vernos? -Lárgate le pido. Soledad que siempre hace de poli bueno, me replica: Lo siento señorita, pero puede que la sigamos durante varios días. –Pues prefiero que no, le contesto. Entonces Depresión me cachetea. Y me saca de los bolsillos todo lo que pueda producirme algo parecido a la alegría. Mientras Soledad procede a interrogarme. Me pregunta si tengo algún motivo verdadero para estar contenta. Me pregunta por qué estoy sola esta tarde, otra tarde más. Me pregunta (aunque esto lo hemos hecho cientos de veces) por qué soy incapaz de mantener una relación, por qué las termino destrozando. Me pregunta dónde estaba la noche en que permití quebrantaran mi fe en mi misma y porque las cosas se han torcido tanto desde entonces. Me pregunta por qué soy incapaz de controlarme y porque no tengo una bonita pareja como debería tener una universitaria entrada a la veintena. Entrada la noche aun no he podido sacármelas de encima, Depresión me agarra del hombro con firmeza y Soledad sigue dándome lata con el interrogatorio. No me queda de otra que saltarme la cena. Procuro que tampoco me sigan al ir a la cama. – No tienen derecho a estar aquí le digo a Depresión. Ya he saldado mi deuda con ustedes. Cumplí mi condena meses atrás. Pero Depre me dedica esa tenebrosa sonrisa suya, se instala en mi silla, pone los pies encima de mi ordenador y enciende un cigarrillo, llenándome la casa de humo apestoso. Sin quitarme el ojo de encima Soledad suspira y se mete en mi cama vestida, con zapatos y todo, tapándose hasta el cuello. Voy a tener que compartir la cama con ella una vez más, lo sé.