sábado, 2 de noviembre de 2013

Érase una vez, dice Aristófanes, en los cielos habían dioses, en la tierra había hombres y mujeres, pero no tenían el aspecto que tenemos nosotros hoy. Cada persona tenía dos cabezas, cuatro piernas y cuatro brazos, es decir la perfecta combinación de dos personas fusionadas en un solo ser. Veníamos con tres variaciones de género distintos: masculino/femenino, masculino/masculino y femenino/femenino, dependiendo de los gustos de cada criatura. Como todos llevábamos a la pareja perfecta entretejida en el organismo, todos éramos felices.  No nos faltaba nada; teníamos todas las necesidades cubiertas, nadie  deseaba a nadie. Pero éramos tan completos que caímos en la arrogancia. Por orgullo, menospreciamos el culto a los dioses. Entonces el todopoderoso Zeus nos castigó cortando en dos a todos, creando un mundo de criaturas tullidas y miserables con una sola cabeza, dos brazos y dos piernas. Zeus nos impuso la más dolorosa de las condiciones humanas: esa sensación de constante de que no somos completos. A partir de ese momento, todos los seres humanos nacerías sintiéndose incompletos, porque les falta una mitad perdida que aman más que a sí mismos y que está en alguna parte del universo encarnada en otra persona. También naceríamos convencidos de que solo emprendiendo una búsqueda implacable llegaríamos, quizá, a encontrar nuestra otra mitad. Sólo mediante la unión con la otra parte lograríamos completar nuestra forma original, dejando de sentirnos solos para siempre. Ésa es precisamente la gran fantasía del amor: que un buen día, sin saberse muy bien como, una más uno sumarán unoPero Aristófanes ya nos avisaba de que el sueño de compleción -mediante el amor- es imposible. Nuestra especie está demasiado fracturada para llegar a enmendarse solo gracias a la unión. Nuestras otras mitades están tan desperdigadas que encontrarlas es altamente improbable. La unión sexual puede hacer a una persona creerse saciada y completa durante un rato (Aristófanes daba por hecho que Zeus nos regalo el orgasmo por piedad, para que no nos sintiéramos temporalmente unidos de nuevo y no nos muriésemos de la tristeza y desesperación), pero a la larga, pase lo que pase, al final acabamos solos. Como no nos quitamos de encima la sensación de abandono, nos pasamos la vida enamorándonos de la persona equivocada, en busca de la unión perfecta. A veces creemos haber hallado a nuestra otra mitad, pero es posible que se trate de alguien a la caza de su otra mitad, alguien convencido de haber encontrado en nosotros su propia compleción. 
Así empieza el amor fulminante.

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