lunes, 28 de octubre de 2013

La vida es un continuo proceso de cambio, y experiencias transitorias, y por más que existan decenas de miles de personas, todos compartimos el mismo deseo de no sufrir. Desde los presidentes y multimillonarios hasta el cartero y el jardinero, todos quieren ser felices. Obviamente la definición de felicidad difiere mucho según la persona. Hay quienes consideran que la felicidad se limita simplemente a sobrevivir, mientras que para otro significa tener quinientos pares de zapatos, y para un tercero consiste en tener los brazos tatuados como David Beckham. Hay veces incluso en que el precio de la felicidad consiste en matar a otro ser vivo, como hacen quienes se alimentan de sopa de aleta de tiburón, de patas de vaca o de pene de tigre. Hay quienes prefieren el tierno cosquilleo de una pluma, mientras otros todavía continúan en la búsqueda de su felicidad. Pero al final he llegado a creer en algo que yo llamo la naturaleza de la felicidad, una fuerza del universo que se rige por leyes tan reales como la ley de la gravedad, la regla de la naturaleza de la felicidad viene a decir algo así; si tienes el valor de dejar atrás todo lo que te protege y te consuele, lo cual puede ser desde tu casa hasta viejos rencores y aventurarte en un camino en busca de la verdad, ya sea interior o exterior y si estás dispuesto a que todo lo que te pase en ese recorrido te ilumine y a que todo el que te encuentres por el camino te enseñe algo, y si estás preparado sobre todo a enfrentar y perdonar algunas de las realidades más duras de ti mismo, entonces la felicidad no te será negada. No puedo evitar creer en ello después de lo que he vivido.

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