lunes, 4 de noviembre de 2013

Amor fulminante, ese tipo de amor tan peligroso derivado del deseo. Que nos impide pensar en todo lo que no sea nuestro objeto de obsesión. Cuando llega este amor todo lo demás queda en segundo plano mientras alimentamos nuestras fantasías sobre nuestro ser querido. El problema del amor fulminante, obviamente es que se trata de un espejismo, no es exactamente amor, más bien es un turbio primo segundo del amor, que siempre nos pide dinero prestado y no consigue tener un trabajo fijo. Este tipo de enamoramiento –o encaprichamiento- mayormente lo experimentamos cuando estamos pasando por un momento malo o especialmente sensible. Cuanto más intranquilo y desequilibrados estamos, más posibilidades hay de que nos enamoremos. Al pasar por un momento de enorme tristeza o crisis  de identidad, somos carne de cañón para el amor. Y cuando te enamoras de alguien no lo ves claramente, sino que te dejas engañar por tu propio reflejo y nos lleva hacer todo tipo de locuras impensables en un estado normal. Por ejemplo nos puede dar por sentarnos largas horas conectados hablando con un guapísimo italiano. O algo así. Y cuando se calman las aguas, varios meses después puede que nos dé por preguntarnos ¿En qué estaría pensando? La respuesta suele ser:
 “En nada, porque no estabas usando la cabeza”.

2 comentarios:

  1. Tssss...

    Pues como dice el buen Silvio, ¿qué se puede hacer si es cosa de él?

    Saludos

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  2. La historia con Marco es hermosa. Me ha dado un poco de tristeza el final... Sigue escribiendo eres muy buena Marcela!

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