jueves, 19 de diciembre de 2013

Con el debido respeto a Buda y sus primeros célibes cristianos, a veces me pregunto si todas sus doctrinas sobre la importancia espiritual de soledad no nos estarán negando algo fundamental. No es que me haya mantenido en soledad estos dos años por seguir rigurosamente los consejos de Buda, sino que, en parte he querido obsequiarme este espacio y tiempo para mi novio yo. Me conozco perfectamente y sé muy bien que si estuviera así por practicar las doctrinas budistas no sería capaz de pasar mi vida entera en celibato. Y no lo digo porque no puedo lograrlo, sino porque me niego creer que la vida de Marcela Ramírez termine así, creo que el amor y la familia es un regalo por el cual estoy dispuesta a dejar muchas cosas. Porque quizá esa renuncia como lo decía en un principio, nos impida poder disfrutar de algo tan terrenal y domestico como ensuciarnos las uñas en el intento diario de ganarnos un perdón, aceptar contradicciones ajenas y estupideces, e incluso aceptar a diario los defectos mas agotadores y aburridos de tu pareja. En absoluto estoy sugiriendo que nadie aprenda a <tolerar> el abuso, el abandono, la falta de respeto, la infidelidad o el desprecio, como tampoco creo que las parejas cuyos matrimonios son pestilentes tumbas de dolor tengan por qué soportarlo. Así que cuando hablo de tolerancia me refiero a acomodar tu vida lo mejor posible a la de un ser humano decente. Pero igual no me complicare con nada de esto, porque al final, si va a pasar algo va a pasar me encuentre como me encuentre  siendo célibe, yogui o una escurridiza antevasin

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