Con
el debido respeto a Buda y sus primeros célibes cristianos, a veces me pregunto
si todas sus doctrinas sobre la importancia espiritual de soledad no nos
estarán negando algo fundamental. No es que me haya mantenido en soledad estos
dos años por seguir rigurosamente los consejos de Buda, sino que, en parte he querido
obsequiarme este espacio y tiempo para mi novio yo. Me conozco perfectamente y sé muy bien que si estuviera así por
practicar las doctrinas budistas no sería capaz de pasar mi vida entera en
celibato. Y no lo digo porque no puedo lograrlo, sino porque me niego creer que
la vida de Marcela Ramírez termine así, creo que el amor y la familia es un
regalo por el cual estoy dispuesta a dejar muchas cosas. Porque quizá esa
renuncia como lo decía en un principio, nos impida poder disfrutar de algo tan
terrenal y domestico como ensuciarnos las uñas en el intento diario de ganarnos
un perdón, aceptar contradicciones ajenas y estupideces, e incluso aceptar a
diario los defectos mas agotadores y aburridos de tu pareja. En absoluto estoy
sugiriendo que nadie aprenda a <tolerar> el abuso, el abandono, la falta
de respeto, la infidelidad o el desprecio, como tampoco creo que las parejas
cuyos matrimonios son pestilentes tumbas de dolor tengan por qué soportarlo.
Así que cuando hablo de tolerancia me refiero a acomodar tu vida lo mejor
posible a la de un ser humano decente. Pero igual no me complicare con nada de
esto, porque al final, si va a pasar algo
va a pasar me encuentre como me encuentre
siendo célibe, yogui o una escurridiza antevasin.
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