martes, 14 de enero de 2014

III Parte

Para que puedan comprender por qué he decidido hablar tanto del matrimonio debo mencionarles el hecho frio y desagradable de que el casarse no beneficia tanto a la mujer como a un hombre. No soy la primera en dar esta triste verdad, basada en estudios recientes. Si eres un  hombre soltero y buscas una vida larga, feliz, sana y prospera, lo mejor que puedes hacer es casarte. Viven más años, ganan más dinero y destacan más en su vida profesional. Por desgracia a las casadas no les va mejor que a las solteras; no ganan más dinero, destacan menos en su vida profesional, tienen mucha peor salud, más posibilidades de caer en depresión y son expuestas a sufrir una muerte violenta (normalmente a mano de su marido). Ahora antes de que mis amigas se metan debajo de la mesa a llorar <que es de lo que me entran ganas a mí, ante semejante conclusión> conviene saber que la situación va mejorando. Conforme pasan los años y las mujeres nos vamos independizando. Una mujer casada es más feliz cuanto más culta sea, más dinero gane, más tarde se casé, menos hijos tenga y más le ayude su marido en las tareas del hogar. Personalmente si a las jóvenes se les aconsejara sobre un futuro en donde puede llegar a ser feliz, quizá lo mejor sea proponerle acabar sus estudios, retrasar su matrimonio, ganarse la vida por sí misma, limitar el número de hijos que quiere y buscar un hombre al que no le importe regar el jardín. Entonces las jóvenes tal vez tengan la posibilidad de llevar una vida casi tan sana, prospera y feliz como la de su marido. Dicho esto, dado que soy una mujer con ideas feministas muy arraigadas debido a una vida de  observar a las mujeres de mi familia adaptarse, sufrir y moldearse durante y después del matrimonio. No puedo evitar desear saltarme este importante suceso de la vida ¿Y cómo no querer evitarlo? Aunque mi abuela, mi madre y muchas más mujeres casadas han logrado seguir con su vida pese a las desventajas del matrimonio, no quiero yacer en ese cementerio silencioso junto a mi abuela y madre. A las mujeres de mi legado cultural se les da muy bien lo de disimular el dolor y pasar de pagina. Siempre he pensado que tienen una capacidad tremenda de adaptación. Yo crecí viendo a una madre transformarse ante mis ojos en lo que cada día concreto le exigía. Pese a esa peculiar forma de repelernos. Mama siempre ha tenido agallas cuando hace falta tenerlas, alas cuando las agallas resultaban inútiles, una gran velocidad cuando hay prisa y una paciencia épica cuando las circunstancias pedían sutileza. Pero yo no soy así. No sé si podría ser capaz de trocear pedazos de mi vida y compartirlos con alguien más. Quiero decir que, la petición de mi abuela por no repetir la misma historia y aspirar a algo más importante y apropiado a mis ideales tiene mucho más peso que el de la idea de casarme, tener hijos y una bonita cocina. Ruego me disculpen todo este enrollo complicado. Este tema me afecta especialmente.

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