Tal vez el tremendo efecto del
matrimonio y maternidad sobre la vida de tantas mujeres a quienes quiero y
admiro me ha hecho creer por el momento que no deseo tener hijos. Obviamente se
trata de un tema importante. Aunque la idea de la maternidad siempre me había
parecido llevadera y natural, la realidad <al ir creciendo me iba llenando
de miedo> conforme voy cumpliendo años descubro que mi cuerpo y
alma no parecen desesperados por reproducirse. No noto el menor indicio de
preocupación por el famoso reloj biológico. En contraste con tantas amigas,
cuando veo un niño no me entran ganas de tener uno propio. (La sensación más
parecida me entra al ver una librería o un estudio de tatuajes) Todas las veces
en las que me encuentro ante una embarazada me hago un escáner psicológico para
ver su descubro en mí el deseo de ser madre. Pero no. No tengo esa necesidad
imperativa, criar a un hijo es algo tan importante que debe ir acompañado de un
anhelo de cumplir con el destino. Esto lo he visto en otras mujeres y sé cómo
es. Pero yo nunca lo he sentido. Me llegan al alma las palabras de una famosa
fotógrafa que ahora tendrá 63 años: “No
tengo hijos cielo. Y nunca los he extrañado”. Aunque me intenten convencer
si debo o no tener hijos, nadie puede ayudarme. Tal vez cuando conozca a la persona correcta me entren ganas de tener, quien sabe. Por el momento tengo que resolverlo yo sola. Y
me estoy jugando mucho, así que es una decisión titánica. Pero por ahora no quiero tenerlos, lo cual me ha traído ciertas incomodas conversaciones con mis padres
y ni hablemos del lio que podría tener si una futura pareja no esté de acuerdo.
Pero eso lo dejo para otro post.
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