miércoles, 7 de mayo de 2014

Lo malo (y en ocasiones por suerte) es que yo no soy como mi madre. Soy fuerte, pero no como ella. Yo necesito tener un nivel de constante cercanía con las personas a las que quiero. Ojala me pareciera más a ella, así podría ser capaz de mantener una relación y pudiera salir del hoyo con más facilidad las veces que cayera en el. -Sabes cuál es tu problema, hija? Que siempre has tenido todo un sistema de apoyo en casa, pero nunca acudiste a el. Y aunque parte de ello fue culpa mía y de tu padre, aquí estábamos dándote amor, solo tenias que dar un paso.  Me dijo mi madre abrazándome hace unas semanas cuando sentía estar dentro de un coche en llamas atada al asiento que lentamente comenzaba a fundirse. Nunca había escuchado palabras como esas de la boca de mi madre. Es más nunca había tenido una conversación tan sincera y profunda como la de aquella vez. Y en esa insólita confesión de intimidades  nunca había visto ese lado suyo, nunca. Fue como si mi madre pusiera la mano encima de la mesa, la abriera y me enseñara el puñado de balas que ha tenido que morder todos estos años gracias a una hija que nunca supo como acercarse a ella. Así que pese a las diferencias y dificultades comunicativas entre mi madre y yo, a veces quisiera ser como ella. 

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