Lo
malo (y en ocasiones por suerte) es que yo no soy como mi madre. Soy fuerte,
pero no como ella. Yo necesito tener un nivel de constante cercanía con las
personas a las que quiero. Ojala me pareciera más a ella, así podría ser capaz
de mantener una relación y pudiera salir del hoyo con más facilidad las veces
que cayera en el. -Sabes cuál es tu problema, hija? Que siempre has tenido
todo un sistema de apoyo en casa, pero
nunca acudiste a el. Y aunque parte de ello fue culpa mía y de tu padre,
aquí estábamos dándote amor, solo tenias
que dar un paso. Me dijo mi madre
abrazándome hace unas semanas cuando sentía estar dentro de un coche en llamas
atada al asiento que lentamente comenzaba a fundirse. Nunca había escuchado
palabras como esas de la boca de mi madre. Es más nunca había tenido una
conversación tan sincera y profunda como la de aquella vez. Y en esa insólita
confesión de intimidades nunca había
visto ese lado suyo, nunca. Fue como si mi madre pusiera la mano encima de la
mesa, la abriera y me enseñara el puñado de balas que ha tenido que morder
todos estos años gracias a una hija que nunca supo como acercarse a ella. Así
que pese a las diferencias y dificultades comunicativas entre mi madre y yo, a
veces quisiera ser como ella.
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