lunes, 25 de agosto de 2014



Ahora me arrepiento de no haber reaccionado de otra manera, de no haber tomado la opción que mis padres, familia y amigos tomaron; Aferrarse a la esperanza, a la fe, a un Dios… Si mi familia creía que con oraciones, peticiones incluso ofrendas mi pequeño mejoraría, debí haberlo hecho junto con ellos. Creyera o no creyera. Y aunque no encontrara ningún sentido en hacerlo debí haber dejado de buscar uno. Debí haber luchado con ellos, no yo sola. Porque eso hacen las familias, se unen para intentar hacer pequeño el inmenso dolor de pensar que uno de los suyos ya no podría estar junto a ellos. Daría cualquier cosa para que todo esto terminara y más que nada para que mi pequeño no sufra más.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Cuando uno comienza a buscar respuestas insignificantes ante una terrible situación se deshumaniza a las personas y se insulta a Dios. Aun soy una persona que no sabe cómo reaccionar ante una injusticia, una enfermedad o una muerte. Hace años me di cuenta que tenía dos opciones al enfrentarme a la enfermedad de mi hermano. Una era enojarme con Dios por todo lo que mi pequeño ángel padeció y padecería. Y la otra estar al lado de mi hermanito apoyándolo hasta donde se me fuera posible. De alguna manera logre olvidarme de los insultos y permanecer fuera de la desesperación por un tiempo. Pero no logre olvidarme del enojo, he permanecido tres años enojada con Dios, distante de todo, incluyendo de mi hermano. Salí del camino de las respuestas insignificantes pero no pude apoyar ni permanecer cerca de mi pequeño como mi familia lo hacía. Me volví una farsante que se acostumbro al estilo de vida “háblame de eso en otra ocasión, tengo que salir”. Durante meses permanecí lejos de los temas Leucemia y Dios. No me involucre en nada y aparentaba ignorar lo que a mi alrededor estaba pasando y cuando me necesitaban jamás estuve ahí… Porque aquello simplemente me parecía irreal, porque si los acompañaba en cada cita, examen o en cada recaída, era real. Y si era real, mi pequeño ángel estaba yéndose lentamente.  

lunes, 18 de agosto de 2014

Recientemente he mencionado que hay una razón por la cual los amigos que tengo son los mismos que he tenido siempre. Esos con los que estudie, jugué, reí, lloré y crecí. Y es que, tanto ellos como yo hemos sabido llevarnos muy bien en los buenos momentos y aun más en los malos. A los salvadoreños les gusta que se les recuerde a diario cuanto le quieren y necesitan, pero mis amigos y yo no somos así, no necesitamos esas dosis diarias de adulaciones y cariño descontrolado. No le recordamos al otro cuanto lo queremos lo demostramos.  Hemos tenido esas demostraciones de verdadera amistad por muchísimos años buenos y malos y vaya que hemos tenido malos. Aunque no estamos cada día del año demostrándolo hay algo especial entre nosotros algo que sabemos que perdurara hasta el último de nuestros respiros. Y es que por mucho tiempo que alguno se pierda, trabaje o incluso se enamore, sabemos que siempre estaremos ahí. Como Do dice; si hemos sido amigas durante tanto tiempo es porque no estamos constantemente presionando por hablar o vernos cada día,  ni haciendo reclamos o interferencias sobre nuestros logros o miserias. Ambas tenemos nuestro espacio que sabemos reconocer y poner bajo control cuando se está excediendo. Eso lo he podido comprobar mes con mes y año con año con mis mejores amigos,  ellos me han soportado y han sabido manejar mis arrebatos y ausencias como a nadie. Y eso déjenme decirles no lo hace cualquier amigo, es un don que alguien permanezca hasta el final pese a todo lo malo que pueda conocer sobre ti, es realmente admirable. Algo que comparo con la relaciones, en la amistad también tenemos que saber acomodar los desordenes y mentes retorcidas de tus amigos junto a tu vida :).