Ahora me arrepiento de no haber reaccionado de otra manera, de no haber tomado la opción que mis padres, familia y amigos tomaron; Aferrarse a la esperanza, a la fe, a un Dios… Si mi familia creía que con oraciones, peticiones incluso ofrendas mi pequeño mejoraría, debí haberlo hecho junto con ellos. Creyera o no creyera. Y aunque no encontrara ningún sentido en hacerlo debí haber dejado de buscar uno. Debí haber luchado con ellos, no yo sola. Porque eso hacen las familias, se unen para intentar hacer pequeño el inmenso dolor de pensar que uno de los suyos ya no podría estar junto a ellos. Daría cualquier cosa para que todo esto terminara y más que nada para que mi pequeño no sufra más.
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