miércoles, 20 de agosto de 2014

Cuando uno comienza a buscar respuestas insignificantes ante una terrible situación se deshumaniza a las personas y se insulta a Dios. Aun soy una persona que no sabe cómo reaccionar ante una injusticia, una enfermedad o una muerte. Hace años me di cuenta que tenía dos opciones al enfrentarme a la enfermedad de mi hermano. Una era enojarme con Dios por todo lo que mi pequeño ángel padeció y padecería. Y la otra estar al lado de mi hermanito apoyándolo hasta donde se me fuera posible. De alguna manera logre olvidarme de los insultos y permanecer fuera de la desesperación por un tiempo. Pero no logre olvidarme del enojo, he permanecido tres años enojada con Dios, distante de todo, incluyendo de mi hermano. Salí del camino de las respuestas insignificantes pero no pude apoyar ni permanecer cerca de mi pequeño como mi familia lo hacía. Me volví una farsante que se acostumbro al estilo de vida “háblame de eso en otra ocasión, tengo que salir”. Durante meses permanecí lejos de los temas Leucemia y Dios. No me involucre en nada y aparentaba ignorar lo que a mi alrededor estaba pasando y cuando me necesitaban jamás estuve ahí… Porque aquello simplemente me parecía irreal, porque si los acompañaba en cada cita, examen o en cada recaída, era real. Y si era real, mi pequeño ángel estaba yéndose lentamente.  

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