lunes, 27 de enero de 2014

¿Por qué hacemos Yoga? Para estar más agiles que nuestros amigos? O puede que tengamos un motivo más elevado? Yoga viene del sanscrito unión, la raíz lingüística es yuj, y significa <ponerse el yugo> es decir dedicarse a una labor con la disciplina de un buey. La labor del yoga es hallar unión entre la mente y el cuerpo, entre el individuo y su dios, entre nuestros pensamientos y la fuente de estos, incluso entre uno mismo y esos amigos a veces poco agiles. Muchos tienen la idea de que el yoga consiste en hacer unos complicados ejercicios donde hay que retorcer mucho el cuerpo, pero eso solo se hace en el hatha yoga. Los primeros maestros del yoga  no desarrollaron estos ejercicios para estar en buena forma sino para desentumecer el cuerpo y prepararlo para la meditación. Al fin y al cabo es difícil pasar mucho tiempo quieto si te duele la espalda impidiéndote meditar porque solo puedes pensar: <Carajo, me duele la espalda>. El yoga también puede ser intentar encontrar a Dios mediante la meditación, el estudio, la práctica del silencio o el mantra. El yoga no compite con ninguna religión, se puede emplear para acercarse a Krisna, a Jesús, a Mahoma, a Buda o Yahvé. Es un intento de experimentar nuestra divinidad personal y conservarla para siempre. El yoga está  relacionado con el autocontrol y el inmenso esfuerzo que supone dejar de lamentarnos continuamente de nuestro pasado y de preocuparnos a todas horas por el futuro para buscar, por el contrario, una eterna presencia desde la que podamos contemplar pacíficamente a su entorno y a uno mismo. Solamente desde ese punto de equilibrio mental se nos revelará la verdadera naturaleza del mundo (y la nuestra).

viernes, 17 de enero de 2014

Tal vez el tremendo efecto del matrimonio y maternidad sobre la vida de tantas mujeres a quienes quiero y admiro me ha hecho creer por el momento que no deseo tener hijos. Obviamente se trata de un tema importante. Aunque la idea de la maternidad siempre me había parecido llevadera y natural, la realidad <al ir creciendo me iba llenando de miedo> conforme voy cumpliendo años descubro que mi cuerpo y alma no parecen desesperados por reproducirse. No noto el menor indicio de preocupación por el famoso reloj biológico. En contraste con tantas amigas, cuando veo un niño no me entran ganas de tener uno propio. (La sensación más parecida me entra al ver una librería o un estudio de tatuajes) Todas las veces en las que me encuentro ante una embarazada me hago un escáner psicológico para ver su descubro en mí el deseo de ser madre. Pero no. No tengo esa necesidad imperativa, criar a un hijo es algo tan importante que debe ir acompañado de un anhelo de cumplir con el destino. Esto lo he visto en otras mujeres y sé cómo es. Pero yo nunca lo he sentido. Me llegan al alma las palabras de una famosa fotógrafa que ahora tendrá 63 años: “No tengo hijos cielo. Y nunca los he extrañado”. Aunque me intenten convencer si debo o no tener hijos, nadie puede ayudarme. Tal vez cuando conozca a la persona correcta me entren ganas de tener, quien sabe. Por el momento tengo que resolverlo yo sola. Y me estoy jugando mucho, así que es una decisión titánica. Pero por ahora no quiero tenerlos, lo cual me ha traído ciertas incomodas conversaciones con mis padres y ni hablemos del lio que podría tener si una futura pareja no esté de acuerdo. Pero eso lo dejo para otro post

martes, 14 de enero de 2014

III Parte

Para que puedan comprender por qué he decidido hablar tanto del matrimonio debo mencionarles el hecho frio y desagradable de que el casarse no beneficia tanto a la mujer como a un hombre. No soy la primera en dar esta triste verdad, basada en estudios recientes. Si eres un  hombre soltero y buscas una vida larga, feliz, sana y prospera, lo mejor que puedes hacer es casarte. Viven más años, ganan más dinero y destacan más en su vida profesional. Por desgracia a las casadas no les va mejor que a las solteras; no ganan más dinero, destacan menos en su vida profesional, tienen mucha peor salud, más posibilidades de caer en depresión y son expuestas a sufrir una muerte violenta (normalmente a mano de su marido). Ahora antes de que mis amigas se metan debajo de la mesa a llorar <que es de lo que me entran ganas a mí, ante semejante conclusión> conviene saber que la situación va mejorando. Conforme pasan los años y las mujeres nos vamos independizando. Una mujer casada es más feliz cuanto más culta sea, más dinero gane, más tarde se casé, menos hijos tenga y más le ayude su marido en las tareas del hogar. Personalmente si a las jóvenes se les aconsejara sobre un futuro en donde puede llegar a ser feliz, quizá lo mejor sea proponerle acabar sus estudios, retrasar su matrimonio, ganarse la vida por sí misma, limitar el número de hijos que quiere y buscar un hombre al que no le importe regar el jardín. Entonces las jóvenes tal vez tengan la posibilidad de llevar una vida casi tan sana, prospera y feliz como la de su marido. Dicho esto, dado que soy una mujer con ideas feministas muy arraigadas debido a una vida de  observar a las mujeres de mi familia adaptarse, sufrir y moldearse durante y después del matrimonio. No puedo evitar desear saltarme este importante suceso de la vida ¿Y cómo no querer evitarlo? Aunque mi abuela, mi madre y muchas más mujeres casadas han logrado seguir con su vida pese a las desventajas del matrimonio, no quiero yacer en ese cementerio silencioso junto a mi abuela y madre. A las mujeres de mi legado cultural se les da muy bien lo de disimular el dolor y pasar de pagina. Siempre he pensado que tienen una capacidad tremenda de adaptación. Yo crecí viendo a una madre transformarse ante mis ojos en lo que cada día concreto le exigía. Pese a esa peculiar forma de repelernos. Mama siempre ha tenido agallas cuando hace falta tenerlas, alas cuando las agallas resultaban inútiles, una gran velocidad cuando hay prisa y una paciencia épica cuando las circunstancias pedían sutileza. Pero yo no soy así. No sé si podría ser capaz de trocear pedazos de mi vida y compartirlos con alguien más. Quiero decir que, la petición de mi abuela por no repetir la misma historia y aspirar a algo más importante y apropiado a mis ideales tiene mucho más peso que el de la idea de casarme, tener hijos y una bonita cocina. Ruego me disculpen todo este enrollo complicado. Este tema me afecta especialmente.

jueves, 9 de enero de 2014

II parte

¿Cuándo fuiste más feliz en tu vida mamá? Estaba convencida de saber la respuesta. Fue en su etapa veinteañera cuando vivía con una amiga en un pequeño departamento y se pasaban los días trabajando y viajando, andando de baile en baile sin preocupaciones y estando soltera. Lo lógico es que la respuesta sea ésa ¿no? Pero eso es lo malo de las madres que por mucho que se sacrifiquen por los demás, tienen opiniones propias sobre los asuntos de su vida. Y lo que me contestó mi madre fue: -Fui más feliz durante los primeros años de casada con tu papá. Haber antes de continuar les diré en que consistieron esos años: mis padres no tenían nada. Pese a que ambos trabajaban no tenían casa propia y se mudaban un centenar de veces, de departamento en departamento, con una bebé cuyo embarazo había dejado enferma y débil a mamá. Pero como puedes decir que es cuando fuiste más feliz en tu vida mamá? –Porque es verdad me contesto. Era feliz de tener una familia propia, tenía un esposo que no tomaba, tenía una hija y en esperaba otro bebe. Jamás pensé que pudiera llega a tener eso. Y por mucho que me sorprendieron esas palabras, le creí. Pero que le creyera no significa que la entienda. De hecho no entendí su respuesta sobre lo que es ser feliz. Entonces como se cuadra todo este asunto del matrimonio? ¿Qué debo pensar cuando mi madre dice que la decisión más feliz de su vida fue sacrificar su independencia y su todo por su esposo e hijos. Y cuando mi abuela me pide que yo no haga lo mismo? Que debo aspirar a algo más importante y apropiado a mis ideales. Dado que no sé como tomármelo, se entender y defender ambas posturas, aunque se opongan de una manera evidente. Pero el tema de las mujeres ante el matrimonio sigue sin cerrarme, a mi parecer es complicadísimo y por la cantidad de cosas que lo salpican me impide sacar conclusiones. Eso si, con el tema de maternidad no tengo ninguna duda, lo tengo muy claro. Pero antes de adentrarme en este lió especial, déjenme explicar porque el tema de las mujeres y el matrimonio sigo sin cerrarlo. 

miércoles, 1 de enero de 2014

I parte

El recién matrimonio de un par de viejos amigos me ha puesto a pensar <más de lo que quiero debo decir> en Matrimonio y Maternidad. Si ya sé y si leyeron bien. Las mujeres de mi familia no han tenido buena pinta en estos temas en especial con lo del matrimonio, no digo tampoco que todo ha sido fracaso. Pero muchas de las mujeres a las que más admiro, han pasado por terribles fracasos matrimoniales, desde divorcios, infidelidades, hasta separaciones por miles y miles de kilómetros. La abuela Con de casi 70 años, trabajo desde pequeña. Luego de mayor trabajando hasta la extenuación logro comprar unas tierras y hacerse de una pequeña casa con un esposo ebrio y mujeriego y 11 hijos, <lo sé>. Cuando le pregunto a mi abuela como fue criar a 11 hijos y vivir con un esposo así, me dice que fue muy duro y trágico, pero que el amor, apoyo y el valor que sus hijos le daban la hacían olvidar esos difíciles momentos. En nuestra familia no somos dados a recordar cosas trágicas ni a tener conversaciones triste, <a excepción de mi, que me cree un Blog y en más de 300 post me hecho a hablar todo lo que me pasa> En fin de esas cosas nunca se hablan. Pese a que mi abuela no es de las que se quejan, su vida de casada fue bastante dura. Sobra decir que los de su alrededor <sus hijos> también aguantaron lo suyo. Como mi madre. Parece que a ella no le sentó muy bien el matrimonio, porque casarse significo el fin de su independencia. A partir de entonces su vida se convirtió en una sucesión  de privaciones y trabajo duro. Sin mencionar criar a dos hijos y vivir con un esposo ebrio. Pero el trabajo duro, la crianza de hijos y tener que lidiar con esposos así, no fue impedimento para que Con y mi madre no salieran a delante junto con sus hijos. Han sido lo mejor que ellas han podido ser. Sacrificando pedazos enteros de su vida para que los suyos estuvieran bien. Y esa siempre ha sido en mi opinión, la metáfora de cómo afecta el matrimonio a mi gente. Cuando digo <mi gente> me refiero a mi abuela, a mi madre y las mujeres de mi familia, que son mi legado cultural. Porque todo lo que hicieron, es lo que todas las mujeres de su generación hacían por su familia, esposos e hijos. Troceaban lo mejor y más digno de sí mismas y lo regalaban. Rehacían todo lo suyo para adaptarlo a los demás. Se quedaban sin nada. Y mentiría si dijera que no me ha influido en la noción que tengo del matrimonio, o que no me ha llenado de una silenciosa tristeza en cuanto a lo que casarse implica para una buena mujer, es decir lo muchísimo que le quita. Pero también estaría mintiendo o reteniendo información si no revelara la inesperada conversación que mi madre y yo tuvimos hace un mes.