martes, 29 de julio de 2014

Nunca he sido buena demostrando apoyo y cariño hacia mis amigos, de hecho hacia ellos y a todo. Y sin embargo he sido muy afortunada de contar con personas que no son como yo en ese aspecto. Personas que se hacen sentir, que llegan se instalan y nunca se alejan de ti por muy autodestructivo que puedas llegar ser. Como mi mejor amigo Danie -un ángel con las manos y las uñas destrozadas- lo recuerdo siempre consolándome o retándome por alguna estupidez, ha sido un hermano desde hace muchos años. Viéndome reír, llorar y hacerme tatuajes Danie siempre me ha apoyado en las buenas y en las malas. Extendiendo su mano cuando ya no puedo, levantándome y empujándome para subir escalones, y lo digo en todos los sentidos. Como esa vez que decidimos hacérnosla de duros bajando casi mil escalones de un parque nacional para luego escalar un volcán, sin mencionar que luego de esa paliza teníamos que regresar y enfrentarnos al rocoso descenso y la tortuosa subida de mil putos escalones. Conseguí hacer eso gracias a él, me ayudo en todo; a subir a bajar, me empujada, me esperaba, me animaba. En esa ocasión no hubiera logrado subir el volcán y me hubiese perdido de una hermosa vista de no haber sido por él… Ese es el ejemplo perfecto de cómo Danie no solo en esa ocasión sino en un sinfín de veces, me ha ayudado. Dándome empujones para continuar cuando le necesito. Y le quiero, respeto y admiro en inmensas e infinitas dimensiones. Soy muy afortunada.

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