Nunca he sido buena
demostrando apoyo y cariño hacia mis amigos, de hecho hacia ellos y a todo. Y sin embargo he sido muy afortunada de
contar con personas que no son como yo en
ese aspecto. Personas que se hacen sentir, que llegan se instalan y nunca
se alejan de ti por muy autodestructivo
que puedas llegar ser. Como mi mejor amigo Danie -un ángel con las manos y las
uñas destrozadas- lo recuerdo siempre consolándome o retándome por alguna
estupidez, ha sido un hermano desde hace muchos años. Viéndome reír, llorar y
hacerme tatuajes Danie siempre me ha apoyado en las buenas y en las malas. Extendiendo
su mano cuando ya no puedo, levantándome y empujándome para subir escalones, y lo digo en todos los sentidos. Como
esa vez que decidimos hacérnosla de duros bajando casi mil escalones de un
parque nacional para luego escalar un volcán, sin mencionar que luego de esa
paliza teníamos que regresar y enfrentarnos al rocoso descenso y la tortuosa
subida de mil putos escalones. Conseguí hacer eso gracias a él, me ayudo en
todo; a subir a bajar, me empujada, me esperaba, me animaba. En esa ocasión no
hubiera logrado subir el volcán y me hubiese perdido de una hermosa vista de no
haber sido por él… Ese es el ejemplo perfecto de cómo Danie no solo en esa
ocasión sino en un sinfín de veces, me ha ayudado. Dándome empujones para
continuar cuando le necesito. Y le quiero, respeto y admiro en inmensas e
infinitas dimensiones. Soy muy afortunada.
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