lunes, 25 de noviembre de 2013

Debemos evitar dejarnos llevar por las divagaciones nostálgicas. No podemos dejarnos atrapar por el juego de las eternas dudas y remordimientos sobre nuestras relaciones fallidas o problemas del pasado, aunque sean retorcijones mentales angustiosos y difíciles de controlar. Buda decía que los problemas <con el tiempo y espacio suficiente > acababan por desgastarse solos. Lo cierto es que muchos hemos tenido relaciones cuyos problemas no se habrían desgastado jamás, ni en cinco vidas consecutivas. El caso es que en algún momento de nuestras vidas tenemos que dejar de reprocharnos los desastres del pasado, por desastrosos que nos parezcan al recordarlos y mirar hacia delante. Como dicen: “Mejor no rumiar los errores del pasado. Más vale rumiar los del futuro.”

viernes, 22 de noviembre de 2013

Nunca lo imagine, pero he visto como muchos a quienes conocía, lentamente se dieron la vuelta y se alejaron de mi camino. Así son las cosas no? Como he dicho antes, nada dura y todo pasa. Eso que un día te costo levantar ahora va cayendo hasta convertirse solamente en apatía. Y yo prefiero salir corriendo que quedarme y ver el humo tras el desastre y esperar a ver quien  sigue de pie al final. Desearía que todos fueran extraños de quienes me pudiera desentender, decir que estoy de acuerdo con las cosas así y que tal vez solo debemos esperar hasta que el tiempo arregle todo. Pero no tiene importancia ya. Se han ido. Repentinamente me he convertido en parte del pasado, en esa parte que no dura. Perdí y es inútil que me esfuerce en silencio. Después de todo, Todos perdemos de vista el suelo a mitad del juego.

lunes, 18 de noviembre de 2013

È facile innamorarsi di qualcuno per la prima volta. Ma prova a innamorarti una seconda volta dopo il dolore e i lividi sul cuore. Forse l'amore inizia proprio lì, nonostante sai cos'è il dolore, rischi 
ancora tutto.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Que se supone que te pasa Marce?
Me preguntó desconcertadamente Leo esta tarde cuando se dio cuenta que ni yo sabía lo que sucedía, y peor aún, cuando le dije que ni siquiera intentar escribirlo ayudaría. Esta cuestión me parecía infinitamente difícil de responderle a mi amigo Leo, porque siempre se me ha dado bien hacer inmensos textos intentando explicar lo que me aqueja. Siempre me he ido directo al viejo cuaderno secreto de notas o frente al teclado y las cosas se quedaban quietas para que yo las pudiera escribir. Y luego cuando terminaba, de una extraña manera todo se sentía mejor. Esa siempre ha sido mi más grande salvación, porque aunque no pudiera resolver las cosas, al menos había logrado conseguir que no se quedaran tan dentro. Y hoy no puedo. Llevo semanas en donde mis pensamientos se han resistido a todo intento de definirlos en términos sencillos. Da la impresión de que ahora ya no están dispuestos a posar durante el tiempo suficiente como para que nadie le haga un buen retrato. Pero hoy me han animado a escribir un poco, e intentar hacerlo es lo menos que puedo hacer por aquel que siempre ha logrado leer que el silencio de este antevasin nada va bien.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Si he venido participando activamente en la creación de esta nueva vida. 
¿Por qué no me veo a mí misma dentro de ella?

lunes, 11 de noviembre de 2013

Pero en mi etapa quinceañera me encantaba el amor fulminante, porque yo buscaba amor por todas partes, y lo llegue a inhalar puro. Me enamore tanto que a veces el amor me afectaba seriamente que sacrificaba trozos enteros de mi vida. Si al principio me entregaba desenfrenadamente, pronto me veía llorando y vomitando de desesperación al ver que aquello se acababa. Al acordarme de esta etapa de desvelos me parece casi como una sobredosis de drogas, lo curioso es que nunca he consumido drogas. Una vez leí un artículo sobre un hombre que quemo decenas de kilómetros de bosque porque se metió en su carro en un parque nacional con el tubo de escape colgando y se pasó horas soltando chispas que caían en la maleza provocando un gran incendio. Los conductores con los que se encontraban tocaban la bocina y le hacían gestos con la mano e intentaban avisarle del destrozo que estaba provocando, pero el hombre iba feliz escuchando la radio, sin tener idea de la catástrofe que iba produciendo a su paso. Así era yo. Solo al acercarme a los veinte, cuando mi primera verdadera relación fue un terrible fracaso y me dejo hecha un ovillo, solo cuando ya había logrado destrozarme la vida (destrozándosela de paso a mis amigos, y a un buen puñado de espectadores inocentes) paré por fin el carro para bajarme. Salí a dar un vistazo al paisaje quemado, parpadeé y dije: “A ver, me están diciendo que yo tengo algo que ver con este desastre”
Así era yo...

lunes, 4 de noviembre de 2013

Amor fulminante, ese tipo de amor tan peligroso derivado del deseo. Que nos impide pensar en todo lo que no sea nuestro objeto de obsesión. Cuando llega este amor todo lo demás queda en segundo plano mientras alimentamos nuestras fantasías sobre nuestro ser querido. El problema del amor fulminante, obviamente es que se trata de un espejismo, no es exactamente amor, más bien es un turbio primo segundo del amor, que siempre nos pide dinero prestado y no consigue tener un trabajo fijo. Este tipo de enamoramiento –o encaprichamiento- mayormente lo experimentamos cuando estamos pasando por un momento malo o especialmente sensible. Cuanto más intranquilo y desequilibrados estamos, más posibilidades hay de que nos enamoremos. Al pasar por un momento de enorme tristeza o crisis  de identidad, somos carne de cañón para el amor. Y cuando te enamoras de alguien no lo ves claramente, sino que te dejas engañar por tu propio reflejo y nos lleva hacer todo tipo de locuras impensables en un estado normal. Por ejemplo nos puede dar por sentarnos largas horas conectados hablando con un guapísimo italiano. O algo así. Y cuando se calman las aguas, varios meses después puede que nos dé por preguntarnos ¿En qué estaría pensando? La respuesta suele ser:
 “En nada, porque no estabas usando la cabeza”.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Érase una vez, dice Aristófanes, en los cielos habían dioses, en la tierra había hombres y mujeres, pero no tenían el aspecto que tenemos nosotros hoy. Cada persona tenía dos cabezas, cuatro piernas y cuatro brazos, es decir la perfecta combinación de dos personas fusionadas en un solo ser. Veníamos con tres variaciones de género distintos: masculino/femenino, masculino/masculino y femenino/femenino, dependiendo de los gustos de cada criatura. Como todos llevábamos a la pareja perfecta entretejida en el organismo, todos éramos felices.  No nos faltaba nada; teníamos todas las necesidades cubiertas, nadie  deseaba a nadie. Pero éramos tan completos que caímos en la arrogancia. Por orgullo, menospreciamos el culto a los dioses. Entonces el todopoderoso Zeus nos castigó cortando en dos a todos, creando un mundo de criaturas tullidas y miserables con una sola cabeza, dos brazos y dos piernas. Zeus nos impuso la más dolorosa de las condiciones humanas: esa sensación de constante de que no somos completos. A partir de ese momento, todos los seres humanos nacerías sintiéndose incompletos, porque les falta una mitad perdida que aman más que a sí mismos y que está en alguna parte del universo encarnada en otra persona. También naceríamos convencidos de que solo emprendiendo una búsqueda implacable llegaríamos, quizá, a encontrar nuestra otra mitad. Sólo mediante la unión con la otra parte lograríamos completar nuestra forma original, dejando de sentirnos solos para siempre. Ésa es precisamente la gran fantasía del amor: que un buen día, sin saberse muy bien como, una más uno sumarán unoPero Aristófanes ya nos avisaba de que el sueño de compleción -mediante el amor- es imposible. Nuestra especie está demasiado fracturada para llegar a enmendarse solo gracias a la unión. Nuestras otras mitades están tan desperdigadas que encontrarlas es altamente improbable. La unión sexual puede hacer a una persona creerse saciada y completa durante un rato (Aristófanes daba por hecho que Zeus nos regalo el orgasmo por piedad, para que no nos sintiéramos temporalmente unidos de nuevo y no nos muriésemos de la tristeza y desesperación), pero a la larga, pase lo que pase, al final acabamos solos. Como no nos quitamos de encima la sensación de abandono, nos pasamos la vida enamorándonos de la persona equivocada, en busca de la unión perfecta. A veces creemos haber hallado a nuestra otra mitad, pero es posible que se trate de alguien a la caza de su otra mitad, alguien convencido de haber encontrado en nosotros su propia compleción. 
Así empieza el amor fulminante.